Así empecé una tarde en esto de los BLOGS de internet; un gran amigo mío me mencionó una manera nueva de poder vernos por internet y saber un poco más sobre nosotros, y esto fué lo que me pidió el cuerpo de escribir por primera vez:
Mi historia en la calle Feria comienza una tarde de Jueves Santo, en la que un amigo mío me dice: Tú no sabes cual es la Hermandad que manda en el Barrio de la Feria.
Yo, al igual que cualquier sevillano, creía fervientemente que la Macarena era la que mandaba en los corazones que moran alli, un poco más delante de la Correduría...
...“una hermandad de barrio”, me dijo, una hermandad de Jueves Santo… y ya son casi 6 años de aquello. He vivido de muchas maneras el Jueves Santo, desde entonces, unos más felices y otros más tristes.
Desde la seguridad que me ha dado el conocimiento de la Semana Mayor, es que nada más intimo y más bonito viví que de los bloque que rodean la Plaza de los Carros. A mi desde pequeñito, me tornearon al son de un barrio cofrade y torero, con su Puente sin río y con un Virgen que cada Miércoles Santo no me deja vivir sin su manto Burdeos por las calles de esta Sevilla judía y mora que me quita el sentío.
Desde pequeñito pense que no había otra verdad que los tres clavos de mi Cristo muerto cruzando el Puente y esa fue mi verdad evangélica que decía: “No hay más Dios que tu Dios”. Hoy las cosas han cambiado, mi hermandad sigue siendo la misma, pero mi HERMANDAD, en donde cumplo, en donde preguntan por mi, en donde me quieren y saben lo que soy y como soy ya no cruza Puente, pero si cruza un río de personas en su Plaza, cada vez que nace la tarde de un Jueves Santo.
La verdad evangélica ha cambiado, distinto Cristo, misma verdad, tres clavos que en la Capilla del Rosario se unen para recordarme que el Papá es el mismo pero que ahora luce en mi corazón desde otra dimensión y desde varios días de la Semana Santa.
Siempre he considerado la Calle Anchalaferia, desde que llegué, mi casa; no ha habido ni un solo día en el que no se me haya querido, y no puedo tener nada más que buenas intenciones aquí dentro, aquí donde está el saquito de mi pecho, ese que late por cada chicotá que le damos “Al de las Manos Grandes” y al que, le gusta unirse con gente como ustedes.
Cuando se empieza en una cosa como esta, te queda en la mente, en la memoria, en el corazón o como se le quiera llamar, la gente que te lo enseñó. Mis palabras van dedicadas a ellos, que me enseñaron a saber querer al barrio y a la hermandad como los propios de allí.
Gracias por hacerme participes de vuestra alegría y gracias sobretodo por hacer posible, que desde hace poco, sea lo más grande que saco y he sacado en mi vida.
Muchos besos Serva La Bari. 2 de agosto de 2007